domingo, 9 de enero de 2011

Koolau el leproso

––Nos privan de la libertad porque estamos enfermos. Hemos acatado la ley. No hemos hecho nada malo. Y, sin embargo, nos encierran en una prisión. Molokai es una cárcel. Vosotros lo sabéis. Ahí tenéis a Niuli. Mandaron a su hermana a Molokai hace siete años. Desde entonces no ha vuelto a verla ni volverá a verla jamás. Seguirá allí hasta que muera. No por voluntad propia, ni por voluntad de Niuli, sino por voluntad de los blancos que gobiernan el país. Y ¿quiénes son esos blancos?
»Sí, lo sabemos. Nos lo han dicho nuestros padres y los padres de nuestros padres.  Llegaron como corderos y con buenas palabras. No tenían más remedio que decir buenas palabras porque éramos muchos y fuertes y las islas eran nuestras. Como os digo, vinieron con buenas palabras. Los había de dos clases. Unos pidieron permiso, nuestro gracioso permiso, para predicar la palabra de Dios. Los otros solicitaron permiso, nuestro gracioso permiso, para comerciar. Aquello fue el comienzo. Hoy todas las islas son suyas. Las tierras, los rebaños, todo les pertenece. Los que predicaban la palabra de Dios y los que predicaban la palabra del ron se han unido y se han convertido en jefes. Viven como reyes en casas de muchas habitaciones con multitud de criados que les sirven. Los que no tenían nada, ahora son dueños de todo, y si vosotros, o yo, o cualquier canaca tiene hambre, fruncen el ceño y le dicen: ¿Por qué no trabajas? Ahí tienes las plantaciones.
 


Relatos de los Mares del Sur
Jack London